El poder de los padres
Los niños tienen los siguientes derechos:
Escuchar decir a sus padres, por lo menos tres veces por día, una palabra esencial para la formación de su carácter: NO.
Descubrir precozmente en sus vidas que sus padres no están allí para hacerlos felices, sino para ofrecerles la oportunidad de aprender las habilidades que ellos -los niños- necesitarán para poder hacerse felices a sí mismos.
Protestar a voluntad sobre las decisiones de sus padres, quienes, a su vez, tienen el derechos de restringir esas protestas a ciertas áreas de sus hogares.
Advertir precozmente que sus padres se preocupan mucho por ellos, pero que no viven pendientes de la opinión que, minuto a minuto, los hijos se forman sobre sus padres.
Escuchar a sus padres afirmar, en forma habitual y frecuente: “Porque yo lo digo”, porque es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
Compartir activamente las labores domésticas porque es una de las actividades más importantes para construir el carácter a la que se puede dedicar un niño.
Descubrir tempranamente en su vida que no son el centro del universo, ni siquiera de la vida de sus familias o de sus padres, que no son peces grandes en una pecera pequeña, que no son el Mesías y que ni siquiera son, en el esquema general de las cosas, muy importantes –nadie lo es-, lo que permitirá evitar que se conviertan en criaturas insufribles.
Aprender a ser agradecidos por lo que reciben. Tienen el derecho de recibir todo lo que realmente necesitan y muy poco de lo que simplemente quieren.
Aprender precozmente que la obediencia a la autoridad legítima no es optativa y que la desobediencia genera consecuencias.
Todos los niños tienen el derecho de que sus padres los quieran tanto como para garantizar que ellos –los niños- puedan disfrutar de todos los derechos anteriores.
John Rosemond
(columnista estadounidense)
en sus “diez mandamientos”
Tomado de:
La tragedia Educativa
Guillermo Jaim Etcheverry
Fondo de Cultura Económica
ISBN: 950-557-321-9